lunes, 31 de agosto de 2009

Get Back


El constant concept se convirtió en veneno. Nadie puede ser un rocker full time. Charly llegó al punto en que, supongo, es más fácil morir que volver. Hoy asistimos a un verdadero milagro. Esta recuperación –y la podemos llamar así porque él mismo ante nosotros, atónitos, dice “estoy recuperado”- , es una decisión personal, inexorable. Todo lo que está atrás ya sabe Charly en qué consiste y ahora sólo existe adelante.
Todos estos años he visto a Charly en vivo. Lo he visto cantar sus canciones sin melodía, sin afinación, en shows descontrolados, entrecortados, que transcurrían hasta un punto incierto en el que se rompían sin remedio los instrumentos, músicos y plomos eran empujados y las luces se encendían. Te ibas siempre pensando que ése era el último show, con un sabor extraño pero que jamás opacó el inmenso amor por el maestro. Allí, debajo de toda aquella nube tóxica que tantas veces hemos visto en vivo y en directo, estaba él aún. Por eso, el Aguante.
Hoy, lo veo sonreír en el estudio de Villa Ortúzar, junto a aquellos que alguna vez fueron “Los enfermeros” y todo cierra el círculo tan bellamente que dan ganas de llorar a los gritos de emoción. Recuerdo hace tantos años, una tarde de Badía & Cía en que el Negro García López, Hendrix latino, pata enyesada, tocó con una fidelidad que daba miedo, en una silla giratoria que Charly empujaba por el escenario sistemáticamente al ritmo de “Nos siguen pegando abajo”. Lo veo al Zorrito soda stereo, ratón paranoico, pero más que nada cocinero de esta sopa caliente que sana y a Hilda, tan bonita con su pandereta y sus voces, paradigma de esas minas bestiales de nuestro rock tan amado… “Y el fantasma tuyo sobre todo”… Gaby Epumer en el camino, su estela, saldo maldito de este largo viaje. Se ríen. Charly llama a esto “estar arropado por terciopelo” y se me eriza la piel, pensando también en esta poesía recuperada. Ya no hay graffiti en las paredes y las manos del más grande están limpias y sacando del piano un sonido claro, puro, verdadero, un sonido simple y magistral, a lo Beatle. La música no se mancha, como la pelota no se mancha, los tenemos aún entre nosotros, cuánta alegría.
Ahí está Charly, dispuesto a volver sobre sus canciones, a interpretarlas, a demostrarnos que esas letras son vigentes, universales y esas melodías clásicas, nuestras hasta los huesos. Esto es una verdadera fiesta, un milagro de esos que alegran la vida, que nos completan, que nos hacen decir, qué suerte, carajo.
El 23 de octubre me voy a festejarle el cumpleaños a Charly a Vélez. Me lo merezco, se lo merece, por el Aguante, que es éste, ¿cuál si no? Dice que vamos a flashear, yo creo que ya estamos flasheando. Ahora, Say No More, Charly es música otra vez.

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