martes, 6 de mayo de 2014

(Léase escuchando a Gardel cantar “Golondrinas”).


 
Mi  abuelo agoniza.

En todos los sentidos de la agonía.

Su carne se pudre.

De a pedazos le avisa

el médico

que la vida se acaba.

Piensa que pronto jugará con mi hijo,

pero sólo habrá gateo

sobre una colcha antigua,

caricias torpes

y  algarabía inútil.

Ninguna discusión acalorada.

Ningún plan para robar chocolate.

Ni una fija en el hipódromo.

Ni una nube de Pall Mall en la siesta.

Planea mi abuelo

sobre un futuro que se escurre

con una esperanza generosa y pura.

La casa huele a infierno.

En los huesos mi abuelo

espera dormitando

un momento lúcido y fugaz

para decirme adiós

lustrarse los zapatos  y salir.